domingo, julio 24, 2016

Explosión controlada



Una acumulación subcutánea de odios larvados y rencillas purulentas.
Un forúnculo grasiento de deseos insatisfechos, de desdenes y reproches.
Un bulto en la piel, un cáncer seborreico,
un barrer basurillas bajo la alfombra  de la costra de las heridas mal curadas.
Ese chancro de amor, esa psoriasis del alma.
Ese rascar compulsivo tratando de alcanzar un placer que nunca llega.
Hurgar en la llaga con manos infectas.
Apretar con las uñas el volcán de pus
y perder los ojos en la eyaculación de los venenos.

jueves, julio 14, 2016

LA PELOTA YE MÍA


El dueño del balón marcaba las reglas del juego. Decidía los equipos, quién jugaba y quién no, si había sido falta o penalti. Y Dios te libre de no ganarte su simpatía o llevarle la contraria: un "la pelota ye mía" zanjaba cualquier discusión, disolvía cualquier revuelta. Y tú te ibas a la caseta o a casa con tu tarjeta roja con ánimo bolchevique, maldiciendo a aquel aprendiz de tirano y a su puta propiedad privada.

En las redes sociales pasa tres cuartos de lo mismo. Al menor atisbo de discrepancia te sueltan un "mi muro es mío y cuelgo lo que quiero", marcan territorio con su chorrito de orina y al siguiente matiz te expulsan de su feudo, ese paraíso de necedad e intolerancia. Exigen adhesiones inquebrantables, te invitan a exponer tu opinión siempre y cuando sea favorable, reafirman sus convicciones con los aplausos pero son insensibles no sólo a la opinión contraria sino al más leve matiz. 

Os pido justo lo contrario; llevadme la contraria, transformad mis más firmes certezas en incertidumbres. Insultadme si os apetece, burlaos de mí cuando me muestre estúpido y también cuando tenga toda la razón. No dejéis que se cierre el círculo de mis creencias como perro que se muerde el rabo, pescadilla que se muerde la cola o contorsionista que descubre las maravillas de la autofelación. Desahogad vuestra ira, romped un par de vasos, rompedme los esquemas y hasta rompedme la cara cuando os apetezca.
Que ya me encargaré yo de recordaros de quién ye la pelota.

miércoles, julio 13, 2016

HARPO


No sé si saben que Harpo se llamaba en realidad Adolf Marx, ¡mira que ya afinaron sus padrinos! Tampoco sé si recuerdan la razón de su mudez: Tras una de sus primeras actuaciones un crítico teatral alabó sus dotes para la pantomima y su presencia en escena pero afirmó que todo se desplomaba en cuanto abría la boca. Desde ese día Harpo cerró el pico para siempre, no volvió a pronunciar palabra sobre un escenario ni ante un micrófono.

Hace unos pocos menos de años, pero aún así bastantes, un amigo cometió la torpe ingenuidad de someter un puñado de versos al juicio crítico de otro colega con cierta aureola de intelectualidad circunvalando su enorme cabezota. Tras una lectura acelerada y desdeñosa la calificó con sólo tres palabras: "artificial, fría y pretenciosa". No recuerdo si mi amigo volvió a escribir después de aquello, lo que es bien seguro es que no volvieron a hablarse.
Más o menos por aquellos años, a otro coleguilla y a mí nos dio por frecuentar la única buhardilla del mundo ubicada en un entresuelo. Les describo el ambiente: nada parecido a una silla, todo lleno de cojines y mucho humo que salía no se sabe bien de dónde. Y allí nos plantamos nosotros, como el señor Don Gato, atraídos por el olor de la sardina... y del bacalao.
Un tanto cohibido y atolondrado recurrí a pequeñas bromas y juegos de palabras para romper el hielo. Cada vez que abría la boca una de las chicas (de aquella un patito feo aunque años más tarde se convertiría en cisne) frustraba cada intento con un jajá con sarcasmo, un pequeño abucheo o un gran abucheo. Incapaz de soportar tanto desaliento me sumí en un silencio enfurruñado. A las pocas semanas fuimos declarados personas non gratas en aquella buhardilla; ni más risas ni más ná de ná.
El amor y  el humor requieren sus preliminares. Ambos tienen sus ritmos y sus precalentamientos, requieren del estímulo y de la complicidad del público presente. Uno solo es incapaz de levantar nada sin ayuda; la indulgencia con los actos cómicos fallidos es fundamental, la carcajada falsa, ese orgasmo fingido. Seguir un poquito el rollo con buen rollo hasta alcanzar el delirio.
Tal vez sea mejor callarme para siempre. Aunque para eso tendría que tener la fuerza de voluntad de Harpo Marx y comprarme una bocina.

sábado, julio 09, 2016

LA SISA

Yo confieso. La inconsciencia y audacia propias de nuestra juventud se confabularon con nuestra miseria económica en la comisión de un delito. 
Mi primera novia robaba condones, para nuestro personal uso y disfrute, en la casa del notario en la que trabajaba. No funcionaron con nosotros las llamadas de la Iglesia Católica que condenaban el hurto y promocionaban la castidad, ni nuestra miserable condición nos empujó al ahorro aparente de hacer nuestros amores a pelo, que hasta nuestra inconsciencia juvenil tenía sus límites. 
Nunca nos pillaron y eso que, a medida que le cogíamos el truquillo y el gusto a las mecánicas de nuestros cuerpos, los asaltos a aquel tesorillo profiláctico bordearon la imprudencia.

Años después me ha dado por imaginar, entre arrepentido y muerto de la risa, las miraditas de recelo que se debieron de cruzar en aquel hogar burgués tras los respectivos recuentos; ese mutuo reproche larvado y creciente pero que, al no aflorar nunca en una bronca a la italiana, garantizó nuestra impunidad y nos permitió prolongar ese fase exploratoria de los primeros goces, que es de los pocos aprendizajes de la vida en que uno  espera con más ansiedad e impaciencia la hora de entrar en clase que la de salir de la Academia.
Gracias, mil gracias, señor Notario de Villaviciosa.

domingo, julio 03, 2016

Embalsamamientos


La soledad se condensa alrededor de mi  piel.
El silencio cuaja el aire en gelatina,
me envuelve en una cera tibia
que recubre cada poro
y con hilos de angustia
teje una mortaja de neopreno.


En medio, yo:
un insecto fósil atrapado en ámbar.
La presión de mil millones de toneladas
y de mil millones de segundos
de quietud y hastío me ha transformado
en esta mierda de diamante de caramelo,
en este souvenir de metacrilato
con un bicho dentro
que liba tedio
mientras espera en vano
el próximo deshielo.