martes, mayo 05, 2015

Un poquito de ingobernabilidad, por favor.

La incertidumbre ante el próximo resultado electoral trae sin dormir a más de uno. La aparente igualdad entre varias de las opciones podría dar lugar a un escenario inédito en nuestra historia democrática. Sin mayorías claras las distintas fuerzas parecen abocadas a un largo periodo de debates en busca de coaliciones naturales o contranatura que permitan la formación de un gobierno. Nuestros políticos no saben lo que es el diálogo y frente a esa perspectiva están más aterrados que Chewbaca ante la Epilady.

De un tiempo a esta parte oigo voces (en mi cabeza no, en mi cabeza las oigo siempre). Se oyen voces, decía, reclamando una reforma electoral a doble vuelta que favorezca, aún más, a los partidos mayoritarios. Una especie de cara y cruz electoral que facilite la tarea al memo del votante no se vaya a liar con tanta papeleta y tanto colorín. Y todo porque parten del dogma inamovible de que la ingobernabilidad es lo peor que le puede pasar a un país.

¡FALSO! No recuerdo un mes en que funcione mejor este país que en Agosto, coincidiendo con el periodo en que el Gobierno está de vacaciones: El paro baja, las urgencias de los hospitales se descongestionan, mejora nuestra balanza de pagos, la siniestralidad y conflictividad laboral disminuyen y todo el personal anda más relajadito y hasta con mejor color. 

Recuerdo los momentos de transición entre el gobierno de un color y el que lo sucede como un remanso de paz y prosperidad inigualable. Añoro esos periodos en que los políticos no se dedican a legislar medidas tan trascendentes como el tamaño de la palabra Villaviciosa en una botella de sidra. Durante esos breves ratitos la maquinaria de la Administración funciona más engrasada que nunca porque los funcionarios, a poco que dejen de interferir en su trabajo, cumplen con su tarea a las mil maravillas. Estoy acordándome de una empleada de Educación, Inés, que sobrevivió en su puesto a todo tipo de gobiernos. Tú podías cambiar al Ministro del ramo, al Consejero de turno, al mismísimo Rey, que la cosa de los profesores seguía funcionando; pillaba Inés dos días de baja por un catarro y el informe Pisa nos mandaba a tomar por saco.

Incluso los políticos funcionan mejor sin los políticos, sin sus disciplinas de voto, sin sus comités sancionadores persiguiendo cualquier heterodoxia. Tú a un político lo dejas ir por libre y estoy convencido de que hasta es capaz de hacer algo. Y algunos, hasta algo bueno.

Bienvenidos sean estos tiempos de ingobernabilidad. Y a ser posible que duren.