domingo, agosto 03, 2014

EL GOLPE


Mi carrera criminal comenzó una cálida mañana de domingo en la púnica ciudad de Cartagena.

Lo que nos atrajo no fue aquel tentador tesoro de chicles Bazzoka. Lo que nos fascinó fue aquella máquina expendedora, con sus tiradores brillantes de zinc-aluminio y su robustez que se nos antojaba mágica y que resistía impune los puñetazos y patadas que le propinábamos.
No teníamos la peseta que demandaba aquella vendedora rígida e inflexible.  Al principio tratamos de engañarla metiendo perragordas de las plateadas pero la tragaperras las escupía desdeñosa como burlándose de nuestra torpe astucia.
Mi hermano era muy mañoso. Había otra máquina con un volante, la Monza, metías la moneda y tenías que hacerla llegar a la base con la habilidad de tus giros. Si te fallaba el pulso y te excedías en la inercia la moneda se despeñaba al trazar la curva y se perdía para siempre por un lateral. Mi hermano siempre lograba que aquella putamáquina que devoraba mi pieza a las primeras de cambio le devolviera la suya cada vez que jugaba. Me daba la sensación de que mi hermano tenía la llave secreta del placer infinito, pues podía jugar eternamente hasta el hastío.
Convencí a mi hermano, que era tan mañoso como manipulable, para que recortase la silueta de una peseta que pedimos prestada en el cartón de una caja. Metió la falsa monea en la ranura con la fe del creyente que espera el milagro de los panes y los chicles. El cartoncillo quedó atascado en el trayecto. Un poco nerviosos pulsamos el botón de devolución. Al principio con despreocupación. Luego con más indignación. Finalmente con una mezcla de frenesí y desesperación culpable.
Metí alguna de mis monedillas por ver si con el peso se desatrancaba la máquina. La muy odiosa no sólo no nos devolvía la de cartón sino que se quedaba con las de aluminio. En un último intento desesperado metimos la peseta prestada y nos quedamos blancos de horror al ver que también se la tragaba. La emprendimos a puñetazos y puntapiés hasta que nos cansamos de su intolerancia: Ni chicles, ni monedas y encima la habíamos estropeado para siempre. Y a ver que le contábamos al dueño de la peseta.
Alertado por el aporreo, apareció, no se sabe bien de dónde, el dueño de la tragaperras. Pude escapar pero atrapó a mi hermano por el cuello de la camisa y le pidió muy amablemente explicaciones. Mi hermano volvió a casa con un par de explicaciones marcadas en la cara.
No pude dormir en toda la noche por culpa de aquel fracaso.

Mi primer paso como delincuente me enseñó varias lecciones:
-Es mejor dar el golpe en grupo y rodearse de especialistas. Si os pillan siempre se le puede echar la culpa a otro que se coma el marrón.
-Para dar un golpe siempre se necesita algo de financiación previa (el pardillo que nos prestó la peseta para calcarla). Los que financian es mejor que no sepan mucho de que va el golpe.
-Jamás cometas un golpe cuyo botín no compense el daño que provoques o el castigo que recibas.

7 comentarios:

  1. Me sonreí un montón al leer tu relato.....y me recordó una historia de hace años, cuando uno de mis amigos quiso sacar algo de una de esas máquinas que venden chuches en la calle.
    Después de un primer intento sin tener nada a cambio y vuelta a introducir otra moneda ( de aquella eran pesetas ) sin obtener nada en el cajetín donde caía la compra......comenzó a liarse con ella a patadas, pero su mayor interés antes de marchar era introducir un chicle ( usado ) en ranura y de esa manera completar su venganza. Te puedes imaginar el resto de amigos que allí estábamos observando la situación.... no dábamos vuelta de la risa.

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    1. Montse, anécdota por anécdota: Hace años en Hungría, una cabina de teléfonos quiso quedarse con mi dinero. Era el típico truco del buscavidas que atasca una cabina para quedarse con el dinero de los pardillos. Me dio una corajina que no podía dejar las cosas así. El caso es que no acabé en comisaría de milagro porque tardé casi un cuarto de hora en destascar aquella máquina y, cualquiera que me viera, pensaría que el quinqui era yo. Cuando logré arrancar la pieza de metal que bloqueaba las monedas me marché lanzando al aire aquellos forintos tan sudados.

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  2. Porquete Vas3/8/14

    En la escuela no nos preparan para la delincuencia, por eso las familias que educan a sus hijos en ese arte tienen ventaja sobre los demás.

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    1. Me imagino las broncas en casa cuando se presentara el niño con un suspenso en Cleptomanía de Primero y otro en Introducción a la sirla y el butrón de Segundo.

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  3. Supongo que alguno de los del clarinete es un miembro destacado de la Familia. ¡Cómo sois los mafiosos, todo queda en casa! Genial el ragtime.

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    1. Anónimo6/8/14

      ... jajaja!!! así son las mafias, todos forman parte de una gran familia ... aunque no siempre biológica ni que conste en el registro ... jijijij!!! eso sí son geniales estos clarigangsters ... destacados los cuatro. Xhrst.

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    2. Son una banda.

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