domingo, julio 27, 2014

ART GRECÓ



Siempre que visito el Museo del Prado busco el mismo cuadro. En él se plasma el milagro de San Cosme o San Damíán, no recuerdo bien, que con los santos que van por pares te pasa como con Ortega y Gasset que nunca sabes quién es uno y quién es otro.

Los santos clásicos solían alcanzar beatitud y celebridad no por una larga vida piadosa y sacrificada sino por un punto culminante en su carrera que los diferenciaba del resto del santoral y que permitía identificarlos al primer vistazo en su iconografía. El cuadro representaba ese punto álgido: El santo milagrero y cirujano le cortaba la pierna a un negro para implantársela un blanco. 
No recuerdo bien cual era la versión que colgaba en el Prado porque a lo largo de la historia el tema fue abordado por diversos pintores cada vez más políticamente correctos. En las primeras versiones el negro aparentemente había sido privado en vida de su miembro (y miembro aquí no significa lo que estáis pensando); en las más modernas el tema se dulcifica y el negro tiene más pinta de haberla espichado (y espichado aquí no significa lo que estáis pensando) antes del trasplante.

Nunca se me logra ver de nuevo el cuadro porque la dirección del Museo lo guarda en algún oscuro almacén. Supongo que los vigilantes estaban hartos de poner orden al cachondeo que se formaba entorno al cuadro, de que la gente se hiciera selfies a la pata coja y otras bromas chuscas de peor estilo.

Defraudado por la ausencia de tamaña obra maestra me dirigí hacia los Jerónimos, no para fortalecer mis sentimientos nacionales con una homilía enfervorecida a cargo de un cura trabucaire y fascistón, sino porque los gerentes del museo han decidido crear allí un ghetto para el arte moderno y contrastarlo con la obra de un pintor que jamás logró pintar un pie como Dios y el Arzobispo mandan: El Greco. 

Os lo recomiendo, los cuadritos están muy bien y todo está muy bien pensado, muy estudiado. Lo único reprochable es que da un poco sensación de cambalache siglo XXI ♫♪♫mezclao con un Kandinsky ves un Bosco o un Pollock, un Warhol o un Miró, Picasso o un Dalí♫♪♪. Hay una encrucijada en la exposición en el que puedes ver al menos treinta cuadros sin moverte del sitio con sólo girar la cabeza 360 grados, como si fueras un buho. Todos los días, en ese punto, sacan a varios visitantes desmayados afectados por el síndrome de Stendhal. La dirección se excusa y contrataca: "No haber girado tanto para ver los cuadros, si quieren dar vueltas que se monten en un tiovivo".

Lo que no conseguí ver fue el cuadro de San Cosme, ni tampoco vi por ningún lado esta versión del caballero de la mano en el pecho de nuestro genial GIN. 



Puede que el arte moderno haya conseguido entrar en el Museo del Prado por la Puerta falsa de los Jerónimos. Pero, de momento, el humor no parece haber entrado por ningún lado.


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