Amo a los animales.
Lamento defraudar a aquellos que estéis pensando: "Lo sabía" y esperáis las confesiones, con pelos y detalles, de un zoófilo nauseabundo. No se trata de eso.
Amo a los animales. A todos, sin discriminación. No como vosotros hipocritillas mamiferocéntricos que sois capaces de fumigar a vuestra mascota con tal de que no se rasque y os lleváis de por medio la vida de millones de parásitos inocentes que no han matado a nadie en su vida. Por muchas menos muertes tiene Hitler la fama que tiene. ¡Genocidas, más que genocidas!
Vosotros, gente sin corazón, sois capaces de secuestrar un feliz gato callejero y, tras estrujarlo hasta la asfixia, manosearlo sin compasión, encerrarlo en vuestro miniapartamento, le amputáis las uñas para que no os destroce las cortinas, las gónadas para que no se vaya por ahí de picos pardos y encima os mostráis orgullosos porque le habéis enseñado a cagar en un cajón de arena, con lo poco que les gusta a los independientes felinos que los adoctrinen y lo mucho que les agrada cagar de campo.
Y no es que me haya vuelto jainista, esa religión hindú cuyos practicantes comulgan con la Naturaleza hasta el extremo de andar en pelota picada por la calle tan sólo tapados con un trapito en la boca para no matar por descuido algún mosquito que accidentalmente pudieran tragar. Ni mucho menos vegetariano, esa gentuza que cata una acelga y afirma que no puede haber plato más exquisito en el mundo. No señor, a mí me gustan los animales (tanto, que me los comería a todos) pero, los mamíferos y en general los anímales de sangre caliente me dan un poquillo de grima, por no decir abiertamente fobia.
Los amantes de los bichejos, insectos, sabandijas, coleópteros varios, etcétera, estamos muy marginados por la sociedad. Hay espíritus sensibles que afirman "A mí me encantan las mariposas" y corren a mostrarte su colección de lepidópteros crucificados con alfileres. A mi me encantan las danesas y no se me ocurre clavarles nada. ¿O sí...? Bueno, esto... volvamos al tema.
Un suponer, tú vas a un restaurante en París y te encuentras con que una dama empericotada se sienta en la mesa de al lado con un Rotweiller de mirada asesina que de reojo calcula si vas a entrar en el menú o le van a servir Dog Chow como siempre. ¡Y nadie dice nada! y en lugar de un bozal, le ponen un babero atado al cuello. En cambio, prueba tú a sacar tu media docena de arañas con las que has pasado tan buenos ratos y te han hecho tanta compañía en las noches solitarias que no tardará un minuto en ponerte el maître de patitas en la calle al grito de: Mesié, esta casa es muy seghia y los únicos bichos que encontraghá seghán unos caghacoles y se los segvighemos en un plato.
Otro ejemplo, caminas por la orilla de la playa, todo es perfecto, puesta de sol en Kodakchrome, perfume de sal y de algas, brisa marina tonificante, las olitas y la arena blanda refrescan tus pinrelillos. En ese idílico instante un mastín gigantesco se abalanza sobre ti con el ánimo de sodomizarte, te derrumba y, mientras el chucho bambolea con la lengua fuera, tú estás a punto de ahogarte en una cuarta de agua. La dueña corre al rescate del cánido muy molesta porque el perro tiene pedigree y no es cosa de cruzarle con cualquiera que estropee el linaje y os separa golpeándote con la correa. Encima, te echa en cara tu cobardía: "No se asuste, lo que pasa es que Milú es muy cariñoso". Y Milú, para demostrar que no te guarda rencor (aunque en su fuero interno te ha catalogado como una estrecha sin ninguna consideración) te hace un traje de saliva con una lengua que ha recorrido previamente los esfínteres de toda la cabaña perruna de la comarca. Y la gente alrededor le ríe la gracia al perro y le hace carantoñas.
Por el contrario, por más que lo intento, no consigo presentar a mis cucarachas en sociedad. En cuanto las saco en una puesta de largo, o en cualquier otro acto de postín, la gente se sube a las mesas y empieza a dar grititos. Y no creáis que las que son rubias tienen mejor aceptación. Bueno, una vez una mujer también rubia y muy amable las roció con su bote de laca especial platinos castigados. La muy generosa no paró hasta que se le agotó todo el spray. Todo un detalle.
Soy un incomprendido. Y me criticaréis también por no estar a lo que se celebra. En plena Semana Santa ¿qué tendrá que ver todo este rollo sobre bichos que nos cuentas con la fiesta más importante para toda la Cristiandad? Pues ¿qué queréis que os diga? Que tenéis razón.