Mis queridas bestezuelas, sé que muchos, desanimados y deprimidos por la crisis tendréis la tentación de recibir el Año Nuevo en bata y pantuflas. ¡Vade retro, Satanás! Si recibís el año como pobres lo viviréis como pobres. Para una ocasión así hay que lucir las mejores galas.
Esta noche he sido invitado a cenar en casa del Señor Barragán y su distinguida esposa. Acudirá la flor y nata de la sociedad. Hay que estar a la altura. Iré de esmoquin.
Ni se os ocurra tratar de comprar uno. A mi en esas tiendas no me dejan ni entrar a probarlos, con que a vosotros...
Y alquilarlos menos. Que al final de la noche, entre confetti, sprays de serpentina, copas derramadas, bilis varias, espumillón, cabezas de langostino y churros con chocolate, cuando vayáis a devolverlo va a parecer un mural de Barceló y os van a cobrar el doble que uno nuevo. El arte se paga.
Si queréis lucir en estas fechas tan señaladas un esmoquin como Dios manda tengo la solución. En los restaurantes de cotillón estos días contratan a cualquiera, que yo he visto reclutar al personal en una furgoneta con las ventanillas negras que iba recogiendo ancianos con Parkingson de residencia en residencia. Una vez en el restaurante os entregarán un esmoquin flamante, recién salido de tintorería y al que no le ha dado tiempo a pillar el tufo a fritanga.
Te metes en el cuarto de baño, compruebas que la prenda te queda como al mismisimo James Bond, te echas unas gotas de la colonia de cortesía debajo de cada oreja, y te lavas los puntos fatídicos con el jabón de manos, que esta noche con ese traje pillas cacho fijo y hay que ir preparado para lo que salga. Ya sólo falta despedirse del patrón de aquel banquetódromo. A la francesa.
Y una vez todos con el esmoquin puesto. ¡A bailar!
Claro que, los más seriotes, igual preferís entonar alegres madrigales acompañados de una sencilla coreografía.
Lo mejor de 2012 habéis sido todos vosotros. ¡¡¡Gracias!!!