miércoles, junio 01, 2011

La biblioteca de Trostky

El diseñador de modas Zarrapastrotsky, famoso artista antes conocido como el Trostky, fue en su juventud un lector empedernido.
Por aquel tiempo de estudiante, medio en broma, cogió la costumbre de falsificar las dedicatorias de los libros. Todo empezó con una autobiografía de Ramón Mercader que encontró en una librería de viejo. Ni corto, ni perezoso, estampó con su pluma "A Trotsky, con todo mi cariño" seguido de una rúbrica temblorosa.
Satisfecho con el resultado no tardó en repetir la experiencia, y pronto todas las portadas de los libros de su biblioteca se adornaron con elegantes caligrafías en las que el autor manifestaba el aprecio y la admiración que sentía por nuestro joven impostor.
No sentía el menor rubor, ni respeto, y sí mucho descaro . No se achicaba, ante una edición en guaflex con acetato del Quijote, en la portadilla, en inclinados trazos, Cervantes no ahorraba alabanzas para su amigo, "del que tanto aprendí sobre el arte de escribir". En otro tomo Borges se deshacía en elogios para "Aquél que me abrió los ojos" y el propio Cicerón se rendía "ante tanto entendimiento y tan gran elocuencia".
Cuando de vez en cuando, apurado por la necesidad, se deshacía de un lote de volúmenes seleccionados entre los más discretos, se reía del brillo codicioso en los ojos de los estúpidos traperos que, al pasar las guardas y reparar en la dedicatoria, aparentaban no haberla visto, y lanzaban una oferta miserable. Trostky, al ver que habían tragado el anzuelo, fingía ofenderse y retiraba el hatillo de libros del mostrador, el librero posaba una manaza encima y elevaba la puja. Sin tensar demasiado la cuerda, cerraba el trato y abandonaba rápido la tienda, no fuera a ser que un segundo vistazo descubriera la farsa.
A su entender a nadie hacía mal con el engaño. Una sosa edición se revalorizaba con la firma falsa, el comprador salía de la librería abrazado al tomo, feliz con la ganga; el vendedor guardaba el dinero en la caja más feliz si cabe y nadie se enoja porque un librero se haga rico (salvo quizás otro librero). Pero el que más ganaba era el propio libro que, con este truco, se transformaba en joya valiosa y era leído con devoción y respeto reverencial, conservado con mimo en las vitrinas más lucidas y exhibido con orgullo ante las visitas.
A menudo acudía a la tienda de Vetusto, un astuto trapero que lucía un imponente bigotón de brigadier. El taimado, cuando repasaba las páginas con el fin de tasar la mercancía, se percataba de la falsedad de letra y firma, pero fingía sorpresa y fingía que fíngía no darse cuenta. Pagaba sin rechistar la suma demandada y escondía la mercancía en la trastienda. Tras lustros en el oficio sabía muy bien lo estúpido que puede llegar a ser un lector mitómano.Vetusto tenía entre sus clientes a varios catedráticos de Universidad, comisarios de exposiciones, selectos inversores y merchantes de arte bibliófilo. Entre tanto pedante con acceso a fondos públicos y ajenos colocaba a precio inimaginable los libros de Trotsky. De vez en cuando alguno descubría el engaño y esto alimentaba su jactancia y no hay nada que haga más feliz a un intelectual vanidoso que lo que engorda su ego. A un crítico de Arte le satisface más descubrir que un Goya es falso que encontrar uno auténtico abandonado en una buhardilla.
Un buen día Trostky se presentó ante Vetusto con un flamante Corán en cuyas páginas interiores rezaba: "Para Trostky, con el recuerdo del cochinillo que juntos devoramos en Segovia".La O del nombre del profeta había sido sustituida por un emoticono. Vetusto se apresuró a cerrar el trato y se mostró más espléndido que nunca.
200 años después de ese día, el Corán de Trostky aún se venera en la Meca; que los clérigos, sean moros o cristianos, siempre fueron muy indulgentes con la autenticidad de las reliquias con tal de que les llenen las arcas.

2 comentarios:

  1. Hola buen amigo.¡Que alegría volver a reencontrarte en este espacio un poco lejano!(para mi)
    De momento solo un saludo, porque tengo mucho que leer para opinar sobres tus, siempre interesantes relatos.
    Así que contranquilidad, me dispongo a comprobar que sigues con esa agudeza que te caracteriza.
    Montse m.

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  2. Gracias, Mon. Por tantas cosas...

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